domingo, 1 de febrero de 2009

¡Jué pucha! ¡Están saladitos los recitales, eh!

¡Es interesante -por no decir "increíble"- lo cara que es la cultura en la Argentina! Yo, como he dicho en las entradas anteriores, soy un bibliófilo en ciernes; además, soy fanático de la música, del rock en general, y, particularmente, del heavy metal.
Me gusta mucho ir a recitales, sobre todo los de bandas internacionales de alta gama (?). Ya tengo las entradas para tres conciertos (Edguy, Mägo de Oz y Iron Maiden) que van a realizarse entre el 20 de febrero y el 5 de abril de este año. Me falta comprar aún la entrada para el cierre del Quilmes Rock de la mano del gigante neoyorquino Kiss. Siempre que puedo voy a campo. Si bien soy medio cagón a la hora de hacer pogo porque la masa de gente se mueve en sentidos contrarios, provocándome una opresión asfixiante que no tolero, me encanta mezclarme entre las personas. La entrada para el campo no es la más barata -generalmente, y dependiendo del lugar donde se realice el recital-, pero es bastante más económica que las plateas o plateas VIP. No importa cuánto gasto en recitales anualmente, pero lo cierto es que es el gusto más caro que me permito, ya que disfruto sobremanera de la buena música en vivo.
Mi primer recital fue "Bridges to Babylon", de los Rolling Stones en el año '98. Fui con dos tíos y un primo que no es hijo de ellos -o sea, es el hijo de otros tíos-. Siempre dije que fue una noche gloriosa. Yo tenía 13 años y estaba viendo en vivo a una de las bandas de rock & roll más grandes de todos los tiempos, en su segunda venida al país. (De todas formas debo dejar en claro que la más grande banda que haya dado jamás el rock fueron, son y por siempre serán The Beatles.)
Pasarón tres largos años, hasta que en 2001 fui a tan sólo dos recitales: Rhapsody (hoy Rhapsody of Fire) y Almafuerte. Esta última decidí no volver a verla en vivo nunca más. No me lo banco a Iorio. Aún así, me encanta Hermética (y V8, por supuesto, más allá de lo malo del sonido de sus canciones debido a la probable falta de tecnologías de grabación en los '80); pero entre Malón y Almafuerte, me quedo con la primera. Aunque confieso que escucho a la banda de don Ricardo.
Siguieron pasando los años y recién volví a un concierto en octubre de 2005, con Deep Purple en el Estadio Obras Sanitarias -me cago en que ahora se llame Estadio Pepsi Music-. Esto fue gracias a que yo había conseguido trabajo en julio de ese año, y ahora me podía costear las entradas yo mismo. Este fue el puntapié inicial para un largo recorrido de estadios durante los siguientes años. El año siguiente fui a tres recitales: The Rolling Stones -no podía perdérmelo-; Mägo de Oz -era la primera vez que tocaban en la Argentina y tampoco me lo podía perder; fueron casi 3 horas de puro metal gallego (madrileño en realidad)-; y El Bordo -otro recital que fue muy divertido-. En 2007 empecé el año con Bryan Adams -es un tipo que ya no me banco, pero desde pendejo siempre dije que cuando viniera, lo iría a ver; dicho y hecho-. En marzo asistí a uno de los probablemente mejores recitales porteños en años: Roger Waters en River. ¡Fue increíble! También volví a ver a El Bordo dos veces más. Fui a mi primer Quilmes Rock a ver a la banda del gran Steven Tyler Aerosmith, y me fumé a Velver Revolver. Es algo que no le deseo ni a mi peor enemigo... Mayo fue un gran mes porque empecé con Motörhead, una banda que creía que no volvería jamás por los disturbios que se habían provocado en su venida anterior; seguí con la brasileña Angra; y terminé el mes con Mägo de Oz. Para mi cumpleaños -en realidad 4 días antes- asistí a la "obra de teatro" -tal vez por eso eligió el Gran Rex- del gran Vincent Damon Furnier, mejor conocido como Alice Cooper. Fue un recital muy interesante porque el tipo teatraliza todo. Estaba en la tercera fila a la derecha del escenario y -resumo- ligué la mitad de la batuta de Alice. Ese fue mi regalo de cumpleaños. Todavía no averigüé cuánto me cuesta encuadrarlo con una chapa alusiva. Ese año concluyó con él. Recién en marzo de 2008 volví a un estadio, esta vez al Luna Park, para ver a Dream Theater. Fui por unos amigos, pero no me gustó. Demasiado virtuosismo para mi gusto. Demasiada prolijidad. Todo demasiado perfecto. Lo que siguió en mi lista de recitales fue casi como tocar el cielo con las manos: Iron Maiden, Ozzy Osbourne, Megadeth, Mötley Crüe y Judas Priest. Todos gigantes.
Y volviendo a la cuestión inicial, es muy cara la cultura en este país, pero así y todo, no me pienso privar de mis libros, mis discos -más adelante hablaré de esto- y mis recitales.