domingo, 30 de noviembre de 2008

Hablando de cine

Debería que estar bailando como un loco en una fiesta de casamiento. ¿Debería? Me invitaron a esta fiesta, pero por motivos con los que estoy de alguna manera de acuerdo, me desinvitaron el mismo día del evento (o sea hoy mismo). Lamento mucho no haber podido ir, ya que siempre es bienvenida una noche de buen baile, pero si no se puede, no se puede...
(Mientras escribo estas líneas escucho a una banda española, Warcry. Un poco de heavy metal ibérico hace más ameno el tiempo de escritura previo a irme a dormir.)
Acabo de terminar de ver una película, la tercera en lo que va del día (antes vi "The believer" y "Starsky and Hutch"). Se llama "Cómplices". Los actores principales son Oscar Martínez, Jorge Marrale y Leticia Bredice. Es una interesante historia sobre dos "amigos" que se separan por treinta años, hasta que se vuelven a encontrar en su pueblo natal, Olivares, cerca de Necochea. En ese pueblo Julio (Martínez) y su familia tienen una casa que quieren vender. Julio viaja allí con ese fin. Cuando llega consigue un comprador, el Polaco (Marrale). Julio y el Polaco son esos "amigos" que nombré arriba. Lo cierto es que el Polaco es un loco de la guerra desde su infancia, y siempre intentó llevar a su compinche por los peores caminos. Cuando se reencuentran, el Polaco es dueño de una casa de baile y prostitutas. Es decir, es un proxeneta que, además, maneja otros negocios más turbios aún. Vera (Bredice) es una prostituta del pueblo que se pelea con su pareja, el Moro, y se va a vivir con Julio a la casa en venta.
Me pareció una buena película, donde se van mechando escenas actuales con otras de treinta años antes. Las actuaciones de Martínez y Marrale me parecieron satisfactorias, mas la de Bredice no fue del mismo nivel. (No sabe llorar.) Los actores que hacen de Julio y el Polaco cuando eran jóvenes no me parecieron muy buenos. El personaje de Martínez es bastante parco, debido por supuesto a las injusticias que vivió en su infancia y adolescencia: su amigo le hacía pasar malos ratos, así como su tío, que vivía con él y su madre. Marrale, como dije, hace de loco, pero no de "loco lindo", sino de psicópata. Y no le sale nada mal el papel. Leticia Bredice es una actriz que me encanta, como mujer, no como actriz. Es divina, pero me parece que a veces es un poco sobreactuada. Esta no es la excepción. Aunque parezca una idiotez, debo decir que hay falencias en los extras. Es un estigma que yo le veo al cine nacional: esos actores no se desempeñan con naturalidad. Pareciera que se paran frente a las cámaras y actuan así nomás. "Si total cobro unos mangos y vivo tranquilo un par de meses", deben pensar esos actores.
Yo no soy para nada cinéfilo. Es una rara excepción que vea tantas películas, pero cuando estoy aburrido, hasta pago la entrada del cine... Lamentablemente estoy acostumbrado al cine norteamericano, donde se invierten fortunas incalculables, pero que dan resultados muy buenos (para la vista, no para la crítica), más allá de si la película resulta ser mala o brillante, y en donde hasta los extras actúan bien. Lo que puedo decir es que he visto unas cuantas películas de afuera de los EEUU e Inglaterra, y hay cine muy bueno en el resto del globo. Sobre todo en España y América Latina. Es menester que se le empiece a dar mayor importancia a la "calidad cinematográfica" de los filmes argentinos, para que no pierdan el encanto. Hay productos muy buenos en el cine vernáculo, pero tiendo a compararlo con Hollywood, lo que debo reconocer es un gigantezco error. Las historias estadounidenses no tienen nada que ver con las del resto de América. Otra desventaja que tiene la Argentina respecto del Gigante del Norte es la escasés de actores de cine. Allá el plantel actoral es inmenso, pero acá nos quedamos cortos. De ahí se desprende el problema de las novelas: hay pocos actores y la mitad actúan en Canal 13 y la otra mitad, en Telefé. Así no se van a lograr buenos productos televisivos. Y acá ya me estaría metiendo en la cuestión TV, a la que volveré en otra ocasión.
El cine argentino es bueno, hay que admitirlo. No tan bueno como el hollywoodense, claro, pero aún ahí se malgastan millones de dólares en películas que son, lisa y llanamente, una basura (con todas las letras). En cambio, acá los presupuestos son mucho más limitados, los actores, si bien ganan bien al actuar en cine, no son magnates como en EEUU e Inglaterra (y tal vez en Francia). Tengo que empezar a ver más películas latinoamericanas, ya que me gustan mucho (al menos las que he visto), y creo que hay actores de primera línea en esta parte del mundo.
Me olvidaba: ayer falleció Ulises Dumont (Q.E.P.D.), un gran actor, del cual sólo he visto dos películas (que yo recuerde), "El Censor" y "Gepeto". Desde aquí, le doy el mayor respeto.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

He aquí el porqué...

Desperté esa mañana y me caí de la cama. Golpeé mi cabeza contra el piso y perdí la conciencia por unos segundos. Cuando volví en mí, me di cuenta de que el dolor había desaparecido por completo. Me levanté suavemente, de modo de no marearme de nuevo. Miré a mi alrededor: no reconocí nada ni a nadie. ¿Dónde estaba? Parecía una carpa bastante grande, llena de mesas repletas de manjares a punto de ser devorados por algún jeque. Es lo que a mí me pareció, ya que los hombres que me rodeaban, aquellos hombres que intentaron despertarme de mi letargo, eran negros con túnicas blancas largas y turbantes en las cabezas. De pronto, sentí que en mis pantalones había algo de arena. ¿Estaba acaso en un desierto? Era evidente: hacía un calor infernal. Desde que me repuse, no había parado de sudar. Me levante despacio y con un ademán les agradecí a los árabes que me habían ayudado a recomponerme, pero estos me contestaban en una lengua que desconocía por completo. Caminé unos pocos pasos hasta fuera de la carpa. El sol se veía cruel desde abajo. No había ni una sola nube en el cielo. A pocos metros de la tienda había un relajante oasis, donde se encontraban pastando y bebiendo de las aguas un montón de camellos. Me fui acercando y, al llegar, se me aproximó un anciano. Este me dijo: -Has de saber que esos ciento un camellos son los portadores de toda la sabiduría del mundo. Son ciento uno porque uno de ellos engendró a todos los demás; a partir de un sueño que tuvo, comenzó a parir camellos hasta llegar a los cien. El viejo camello padre, amo y señor de la más grande fuente de sabiduría, repartió entre sus hijos gotas de su conocimiento. Son cien las gotas y tú has sido elegido para conseguir cada una de ellas. No te diré cómo lograrlo: eso sólo tú lo sabes. Y el anciano desapareció.
Desde ese día no soy el mismo. He recorrido todo el mundo en busca de respuestas, pero aún no he conseguido ninguna. Tal vez estén en mí; tal vez en mi memoria. Intentaré dilucidar los mensajes que me entrega la vida para alcanzar, una por una, las gotas de la sabiduría. Es un camino arduo, mas ha de ser transitado. De esta manera doy comienzo a una nueva aventura. ¿Llegará el día en que me convierta en los ciento un camellos?